English
Sonata Exhibition
“The space is to place what the word becomes when it is spoken when it is trapped in an execution’s ambiguity, moved to a concept that implies multiple conventions, introduced as the act of present time ( or a moment) and modified by due transformations to successive vicinities.” (Merleau Ponty, Phenomenology of perception, p. 174)
Continuing with the pictoric research and search of sense shown in his last exhibition called “Lovesong” (April of 2021), Bernechea shows us ethereal individuals, disrupted bodys and impossible landscapes. insisting on the use of the painting like manufacturer of symbols and metaphors. The artworks here exhibited interpellate the viewer, reactivating the intrinsic to their own production: Construction of sense and experience. Just this possibility that the painting as genre gives us, requires the presentiality of its perception (due to its technical condition, material and manufacture), hence (i.e.), as a testimonial object in a double sense. On one hand, as testimony of the self-subjectivity and of the artist –therefore possible to be dated and historied– and, on the other hand, susceptible to be narrated by those who bears attest. This exercise, not only manifests the artist and his own place of enunciation, but can also call into question the requirement of the fullness of the own artwork, to the extend that this does not finish in the viewer, instead implicates both,a moment of openness as of impossibility. The problem for the sense and expectation of the meaning interact like a promise that is impossible to pay.
About Lovesong the magistral use of the pictorial techniques like medium (Stain, filling and coloring) has been highlighted, as well as the presence of recurrent motives expressed in poses, structures, forms and subjects in impossible places. For the case of Sonata, you could say it takes a further step: it’s not only the transit between subjects and moments, is the conformation of a place in the world that deserves to be inhabited. The geometric bodys take part in the human figuration and landscapes, a quiet dialogue among those who live in the space that they dominate.
Being out of time demands to be situated in the space. The reinvention of landscape allows us to imagine a complete system of coexistence, not only by the characters themselves presented here, but also their own materiality. Lights, shadows, grays and whites coexist with the paste (pictorical), the structures and geometric forms of unfaced individuals. The lack of theme doesn’t imply a silence in expression. By definition, the pictorial portrait permites us testify the identity and individuality of a person, imagine his internal world and his own link between this and the artist. The intention in the portrait is deleted by the melancholic metaphor of the identity, replaced with forms and bodily volumes. On the contrary, as much as one wants to be tempted, what we see here aren’t portraits of particular identities, it’s the own self perception of the artist’s subjectivity. Before the question about the relation of subjects among themselves and others, the bodily of being emerges as a problem. In this sense, as directed by the anthropologist David Le Breton “The body (is) the enclosure of the subject, the place of its limit an its freedom, the privileged object of a setting and a desire for dominate but also the place of loneliness” If the body is the enclosure of subject, the visual representations are of imagination.
The individuality and the melancholy are a latent problem in this exhibition. Paraphrasing the anthropologist Marc Augé, the combined experience of the place we inhabit and of which that is no longer him, constitute a particular experience of a form of loneliness. This position taking like a subject of the supermodernity, involves the contemplation before the landscape that promises to contemplate and cannot be contemplated, generating like that an attitude of pleasure where the loneliness is expressed like an excess or emptying of the individuality, where the single motion of the images gives an indistinct glimpse to who watch them disappear.
Sonata invites us to remember one of the more characteristic qualities of the painting: Like the moment in which matter and expression converge as perception mechanism and self-perception about ourselves. .
Spanish
Exposición “Sonata”
“El espacio sería al lugar lo que se vuelve la palabra cuando es hablada, es decir, cuando está
atrapada en la ambigüedad de una ejecución, mudada en un término que implica múltiples
convenciones, presentada como el acto de un presente (o de un tiempo) y modificada por las
transformaciones debidas a vecindades sucesivas…”
(Merleau Ponty, Fenomenología de la percepción, p. 174)
Continuando con la investigación pictórica y búsqueda de sentido presentada en su última
exposición titulada Lovesong (abril de 2021), Bernechea nos muestra sujetos etéreos, cuerpos
trastocados y paisajes imposibles. Insistiendo en el uso de la pintura como productor de símbolos
y metáforas, las obras aquí presentadas interpelan al espectador reactivando aquello intrínseco a
su propia producción: construcción de sentido y de experiencia. Justamente esta posibilidad que
nos entrega la pintura en cuanto género artístico, exige la presencialidad de su percepción (por su
condición técnica, material y de manufactura), es decir, como objeto testimonial en un doble
sentido. Por un lado, como testimonio de la propia subjetividad y devenir del artista –por ende
posible de ser datado e historizado– y, por el otro, susceptible de ser narrado por quien lo
atestigua. Este ejercicio no sólo manifiesta al artista y su propio lugar de enunciación, º también
pone en cuestión la exigencia de completud de la propia obra, en la medida que ésta no acaba en
el espectador sino que implica tanto un momento de apertura como de imposibilidad. El problema
por el sentido y la expectativa de significado interactúan como una promesa que no es posible de
saldar.
Sobre Lovesong se ha destacado su manejo magistral de la técnica pictórica como medio (mancha,
empaste y coloración) como también la presencia de motivos recurrentes expresados en poses,
estructuras, formas y sujetos en lugares imposibles. Para el caso de Sonata, se podría decir que da
un paso más allá: no sólo es el tránsito entre personajes y momentos, es la conformación de un
lugar en el mundo que merece ser habitado. Los cuerpos geométricos intervienen la figuración
humana y el paisaje, un diálogo silencioso entre aquellos que viven en el espacio que dominan.
Estar fuera del tiempo demanda estar situados en el espacio. La reinvención del paisaje nos
permite imaginar un sistema completo de coexistencia no sólo por los propios personajes aquí
presentes, sino que también por su propia materialidad. Luz, sombra, grises y blancos conviven
con la pasta, las estructuras y formas geométricas de individuos sin rostro. La carencia de asunto
no implica un silencio en expresión.
Por definición, el retrato pictórico nos permite atestiguar la identidad e individualidad de una
persona, imaginar su mundo interior y el propio vínculo entre este y el artista. La intención del
retrato es suprimida por la metáfora melancólica de la identidad, reemplazada por formas y
volúmenes corporales. Por el contrario, por más que se quiera estar tentado, lo que vemos aquí no
son retratos de identidades particulares, es la propia autopercepción y subjetividad del artista.
Ante la pregunta sobre la relación de los sujetos entre sí y los otros, la corporalidad del ser emerge
como un problema. En este sentido, tal como nos indica el antropólogo David Le Breton “el cuerpo
[es] el recinto del sujeto, el lugar de su límite y de su libertad, el objeto privilegiado de una
configuración y de una voluntad de dominio, pero también el lugar de una soledad”. Si el cuerpo
es el recinto del sujeto, las representaciones visuales lo son de la imaginación.
La individualidad y la melancolía son un problema latente en esta exposición. Parafraseando al
antropólogo Marc Augé, la experiencia combinada del lugar que habitamos y de aquel que ya no
es más él, constituyen una experiencia particular de una forma de soledad. Esta toma de posición
como un asunto de la sobremodernidad, implica la experiencia de contemplación ante el paisaje
que se promete contemplar y que no se puede no contemplar, generando así una actitud de
placer donde la soledad se expresa como exceso o vaciamiento de individualidad, donde el sólo
movimiento de las imágenes deja entrever borrosamente a aquel que las mira desaparecer.
Sonata nos invita a recordar una de las cualidades más características de la pintura: como el
momento en que materia y expresión confluyen como mecanismo de percepción y
autopercepción sobre nosotros mismos.