DENTRO DE MIS SUEÑOS TODOS ESTÁN MUERTOS / ARANZAZU MOENA[1]
La pintura de Aranzazu Moena muestra una versión sombría de lo cotidiano: imágenes que provienen de lo circunstancial, efímero e irrelevante. Aquí no hay grandes temas ni una pretensión de grandilocuencia (característica de la producción conceptual contemporánea). Todo es muy simple y rápido en la selección de imágenes. Una variedad de perros callejeros en casas, pasajes y calles en medio de la noche. La artista muestra todos esos elementos que miramos pero no observamos. Observar tiene que ver con una intención y una detención sobre el objeto o persona, esperando un valor o característica única que lo separe de lo demás.
Todos los referentes que utiliza Moena son elementos sin valor visual que se encuentran al borde del camino. De este modo, aquello que no tiene potencial artístico se ve transformado en obra. Todo objeto es una reflexión de un estado interno, un imaginario propio que es capaz de convertir lo aparentemente vacío –casi como si fuese alquimia– en algo bello. Pero su obra no apunta precisamente a la belleza. Son pinturas cortantes y lejanas. Movimientos rápidos como un riff de tres notas en una canción punk. No es necesaria la gracia de la pintura para hacer una pieza artística: el gesto lo convierte todo en un eficiente y duro single de dos a tres minutos.
Si bien sus trabajos constan de una violencia gestual a partir de lo pictórico, también cuentan con una sensibilidad sombría y una perversidad fantasmal. Los personajes dentro de las escenas de Aranzazu Moena están muertos, son imágenes fantasmagóricas y agresivas. Así logra una tensión entre la exactitud de la displicencia (aquí el menor esfuerzo equivale a un mayor resultado) y una sensación de ensueño donde sus perros son figuras espectrales.
Cualquier lugar es peligroso, cualquier persona puede estar muerta, cualquier calle puede ser la escena de un crimen. Esta es la duda que plantea Moena, sus pinturas nunca muestran certezas. Son potencias de algún acontecimiento. Como dice la banda Wire en Lowdown: «otro día de la A a la B, nuevamente evitando C, D y E». Estas obras plantean un A y un B escondiendo siempre la existencia de otras letras del abecedario, que sin duda existen, pero son omitidas en la construcción atmosférica de sus imágenes. Por eso volvemos a lo irrelevante de los referentes: lo evidente del tema hace pensar que hay algo atrás, algo quizás siniestro.
La misma frase de Wire podemos aplicarla a lo plástico, pero en este caso desde otro punto. No es necesario utilizar todo el abecedario para un entramado pictórico. La velocidad violenta de la pincelada y lo brutal de la mancha nos hace volver al imaginario punk. Pinturas duras y al hueso, sin rodeos. Un golpe frontal al espectador. Sus perros no ladran, están al acecho. La artista no tiene ningún pudor en olvidar lo representacional de la pintura académica, hace lo necesario para decir lo justo, pero con mucho volumen, amplificadores y distorsión
[1] Texto perteneciente a la muestra individual Perros en galería Aquí (2017).